Irremediablemente mí estimado lector nos encontramos en esta pantomima nacional en tiempos electorales.
Al margen de creer o no en la capacidad política y la “conciencia cívica” del votar. Las campañas políticas y la designación del IFE como organismo totalitario y de “impecable trascendencia” se han encargado de alentar el desánimo nacional que se avecina como un lamentable quejido.
Sustentaba mi gran amigo Sartre “que el hombre vive condenado a la libertad”. En tesis demostrable me dirá “que la libertad es la meta máxima del hombre” inclusive apelará para demostrar su razonamiento que varios filósofos (empezando por Platón) ya defendían la libertad como máxima aspiración. Claro que el hombre debe ser libre, pero vive condenado a la libertad. Existe un movimiento a nivel nacional donde se plantea “negar el voto” o en caso de ejercerlo anular la planilla para alzar la voz en forma pasiva y sin violencia contra nuestros representantes partidistas. Si bien es cierto que el IFE nos muestra spots publicitarios que dejan mucho que desear al buen gusto, y a los niveles mínimos de inteligencia, también deberían generar la idea que “el no votar es ejercer un derecho de libertad”. Y no asustar a una población que en muy pocos niveles se han puesto a meditar el acto del votar o no hacerlo. De acuerdo a nuestra dolida, lastimada y casi increíble democracia, el no votar no resolverá el problema. Por el contrario: la minoría votante será la mayoría absoluta.
No pienso asustarlo con las llamas del infierno si no vota, o si prefiere cualquier partido por sus colores, ideología, trascendencia o las bellezas utópicas que muestran. Simplemente, hay que ejercer el derecho sagrado e innegable de razonar. Donde quede por escrito y a doble tinta que el pueblo mexicano podrá responder con la capacidad necesaria y a la altura de los grandes países que decidieron “pensar y actuar” que “obedecer y callar”.
En estas elecciones veremos que tan apocalíptico panorama tendremos, le sugiero no se preocupe, que en este país “no se culpa a nadie”, casi nunca…
Al margen de creer o no en la capacidad política y la “conciencia cívica” del votar. Las campañas políticas y la designación del IFE como organismo totalitario y de “impecable trascendencia” se han encargado de alentar el desánimo nacional que se avecina como un lamentable quejido.
Sustentaba mi gran amigo Sartre “que el hombre vive condenado a la libertad”. En tesis demostrable me dirá “que la libertad es la meta máxima del hombre” inclusive apelará para demostrar su razonamiento que varios filósofos (empezando por Platón) ya defendían la libertad como máxima aspiración. Claro que el hombre debe ser libre, pero vive condenado a la libertad. Existe un movimiento a nivel nacional donde se plantea “negar el voto” o en caso de ejercerlo anular la planilla para alzar la voz en forma pasiva y sin violencia contra nuestros representantes partidistas. Si bien es cierto que el IFE nos muestra spots publicitarios que dejan mucho que desear al buen gusto, y a los niveles mínimos de inteligencia, también deberían generar la idea que “el no votar es ejercer un derecho de libertad”. Y no asustar a una población que en muy pocos niveles se han puesto a meditar el acto del votar o no hacerlo. De acuerdo a nuestra dolida, lastimada y casi increíble democracia, el no votar no resolverá el problema. Por el contrario: la minoría votante será la mayoría absoluta.
No pienso asustarlo con las llamas del infierno si no vota, o si prefiere cualquier partido por sus colores, ideología, trascendencia o las bellezas utópicas que muestran. Simplemente, hay que ejercer el derecho sagrado e innegable de razonar. Donde quede por escrito y a doble tinta que el pueblo mexicano podrá responder con la capacidad necesaria y a la altura de los grandes países que decidieron “pensar y actuar” que “obedecer y callar”.
En estas elecciones veremos que tan apocalíptico panorama tendremos, le sugiero no se preocupe, que en este país “no se culpa a nadie”, casi nunca…
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