La linterna de Diógenes
Por: Samuel Gómez Luna Cortés
“Cuando recibas
esta carta sin razón, Ufemia…” Chava Flores
Por: Samuel Gómez Luna Cortés
“Cuando recibas
esta carta sin razón, Ufemia…” Chava Flores
Estimada Elena:
Vine hasta tu casa con la esperanza de saludarte. Pero ya ves como pasan las cosas y esos contratiempos que siempre son odiosos como mosquitos en las noches de mayo me obligan a dejarte la presente.
Leí con mucho gusto “el recado” que amablemente dejaste en mi puerta. No hagas caso de lo que digan las vecinas, ni a sus gestos que siempre son mal intencionados. Mejor lee con detenimiento lo que en persona me fue imposible decirte.
Cuando abrí la puerta de mi casa, observé cómo las plantas se balanceaban lentamente con el rítmico pasar de la vida, pero algo extraño se percibía en el ambiente; un olor a tierna rosa, a fresca mañana embargaba mi aposento.
Pasé a tientas sin la necesidad de encender el foco, y como gato acostumbrado a la compañía de la noche me senté en mi sillón favorito, encendí un cigarrillo y me puse a jugar con las volutas de humo y tu recuerdo a cada bocanada. No vayas a creer que te digo todo esto por cobardía. Mejor piensa, que te lo escribo para que tengas a cada instante mis palabras delante de tus ojos.
Tu recado me ha llenado un hueco en la cavernosa soledad de mi alma, como ariete contra los fantasmas de amores imposibles. Tus palabras me saben tan cercanas que puedo sentir tu vibración y casi puedo palpar tu boca; redonda y colorada que parece comer fresas en cada coma.
Tu estilo me es tan sencillo, tan directo, y a la vez como los misterios del amor tan sublime como infantil que me hace pensar que eras tú misma, no el recado, quien me ha contado todo en esta tarde, para ti; perdida en el peldaño de mi casa y para mí; encerrado ve tu a saber en que libro de olvidada ciencia.
No te quito más tu tiempo, mi pequeña princesita roja, en cada frase que no entiendas o cada palabra que quieras ponle “te quiero” con letra color escarlata.
PD: Antes de dejar esta breve misiva en el interior de tu casa, he pensado querida Elena, recomendar a todos los fieles lectores de esta breve columna que logren acercarse a tu magnífico cuento “El recado”. Obra breve pero bien estructurada que nos muestra la destreza de una situación tan simple como dejar un recado a la puerta del amor y el descubrimiento, quizá casual y sensitivo de las flores que juegan con la reja de tu ventana, con tu característico sex appeal y esas líneas tan simples como abstractas que me hacen creer mientras llamo insistentemente, inútilmente a esta puerta que se, que ya no me pertenece…
Vine hasta tu casa con la esperanza de saludarte. Pero ya ves como pasan las cosas y esos contratiempos que siempre son odiosos como mosquitos en las noches de mayo me obligan a dejarte la presente.
Leí con mucho gusto “el recado” que amablemente dejaste en mi puerta. No hagas caso de lo que digan las vecinas, ni a sus gestos que siempre son mal intencionados. Mejor lee con detenimiento lo que en persona me fue imposible decirte.
Cuando abrí la puerta de mi casa, observé cómo las plantas se balanceaban lentamente con el rítmico pasar de la vida, pero algo extraño se percibía en el ambiente; un olor a tierna rosa, a fresca mañana embargaba mi aposento.
Pasé a tientas sin la necesidad de encender el foco, y como gato acostumbrado a la compañía de la noche me senté en mi sillón favorito, encendí un cigarrillo y me puse a jugar con las volutas de humo y tu recuerdo a cada bocanada. No vayas a creer que te digo todo esto por cobardía. Mejor piensa, que te lo escribo para que tengas a cada instante mis palabras delante de tus ojos.
Tu recado me ha llenado un hueco en la cavernosa soledad de mi alma, como ariete contra los fantasmas de amores imposibles. Tus palabras me saben tan cercanas que puedo sentir tu vibración y casi puedo palpar tu boca; redonda y colorada que parece comer fresas en cada coma.
Tu estilo me es tan sencillo, tan directo, y a la vez como los misterios del amor tan sublime como infantil que me hace pensar que eras tú misma, no el recado, quien me ha contado todo en esta tarde, para ti; perdida en el peldaño de mi casa y para mí; encerrado ve tu a saber en que libro de olvidada ciencia.
No te quito más tu tiempo, mi pequeña princesita roja, en cada frase que no entiendas o cada palabra que quieras ponle “te quiero” con letra color escarlata.
PD: Antes de dejar esta breve misiva en el interior de tu casa, he pensado querida Elena, recomendar a todos los fieles lectores de esta breve columna que logren acercarse a tu magnífico cuento “El recado”. Obra breve pero bien estructurada que nos muestra la destreza de una situación tan simple como dejar un recado a la puerta del amor y el descubrimiento, quizá casual y sensitivo de las flores que juegan con la reja de tu ventana, con tu característico sex appeal y esas líneas tan simples como abstractas que me hacen creer mientras llamo insistentemente, inútilmente a esta puerta que se, que ya no me pertenece…
1 comentarios:
que chido primo samy
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