28/6/09

Juguemos con las palabras


Juguemos con las palabras
Por: Samuel Gómez Luna Cortés
“Amad a la dama”

El diccionario de la real academia de la lengua española, define la palabra palíndromo como:
“Palabra o frase que se lee igual de izquierda a derecha, que de derecha a
izquierda”.
Entendidos entonces con el concepto podremos ver que la palabra “anilina” es un palíndromo no solo colorido sino agradable al oído.
El arte de hacer palíndromos se pierde, o se gana, según se nos advierta en la lejana Grecia. Y los Romanos, tan amantes de la cultura griega no tardaron mucho en hacer juegos de palabras que pudieran grabar en la belleza del mármol.
Hacer palíndromos requiere de ingenio, astucia y gusto por las palabras. Muchos eruditos, escritores y más de algún filólogo tarde que temprano han optado por intentar alguno, y ver, si su destreza idiomática está a la altura de las circunstancias. Juan José Arreola nuestro querido cuentista y último juglar dedicó uno de sus pocos pero valiosísimos libros a este ancestral juego de ingenio. Me refiero, a su libro “Palindroma”. A lo largo de sus páginas nos deja como una invitación al talento frases tan inteligentes como: “Haré cada Venus su nevada cera”. Pero el palíndromo tiene su hermana numérica, sólo que se llama en la alegoría de las sumas y restas como “número capicúa”.
Un número capicúa es: “11”, “333” ò “123456789987654321”. Como los números
encierran en sí mismos su propia belleza, retornemos a las palabras que es lo
que hoy nos importa.

Algunos escritores como Julio Cortazar, nuestro “hermano cronopio” nos dejó varios ejemplos:

Anás usó tu auto, Susana.
Salta Lenin el Atlas.


Tito Monterroso, el autor del hiper-minicuento “el dinosaurio”. También cayó en este dichoso malabarismo mental:

Dábale arroz a la zorra el abad.

O si lo prefiere, considere que tan agraciado ha sido nuestro padre genèsico y observe con atención:
Adán no cede con Eva y Yavé no cede con nada.
Adán, se ave, Eva es nada.

Si quiere uno que nos recuerde a la eterna batalla le diré: “Átale, demoníaco Caín, o me delata”. Hay tiene, mi estimado amigo, haga uso del lenguaje y demuéstrese a sí mismo lo que es capaz de escribir, y dirá como el magistral Arreola: “Eres o no eres, seré o no seré”. ¡Ahí está el palíndromo!

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