23/6/09

El Huésped, de Amparo Dávila


La linterna de Diógenes

El Huésped, de Amparo Dávila, por Samuel G.L.C.

“Casa redonda teníade redonda soledad:” Pita Amor

Buen día, estimado amigo. Pase por favor a esta, su humilde columna, no le prometo las comodidades del horóscopo, pero tampoco la gastritis de la economía mundial. Apoltrónese en su lugar favorito, y haga de esta columna por unos breves minutos, su humilde morada.

Hoy tengo el placer de recomendarle un texto de una calidad insospechada. Nacida en Zacatecas y en el mágico año de 1928. Amparo Dávila da para la gloria del país del cuento su historia “El Huésped”.

¿Quién no ha realizado el ritual del caos de ser huésped?, o ¿Quién no conoce las técnicas del anfitrión? En usos generales, o como decían nuestros abuelos “a plata pura” uno recibe en su hogar a las personas que después de cierto reconocimiento consideramos no solo de confianza sino hasta simpáticas (aunque pueden darse casos en que se reciban personas no gratas). Uno, en calidad de huésped no debe faltar a las normas básicas de agradecimiento y urbanidad “decir gracias con frecuencia y no romper el ritmo que los dueños del hogar manejen”. En calidad de anfitrión debe brindarse al visitante una estancia plena.

Amparo Dávila, supo desde muy niña lo que implicaban los silencios y el deseo de pertenencia y de abandono. Paradoja que se lleva en toda niñez que se precie de serlo. En su cuento “El Huésped”, Amparo Dávila se consagra como una docta malabarista del cuento. Para ser un buen texto, se dice, que deben existir silencios que sean más específicos que palabras y palabras que digan más que silencios. Encontrar su justa dimensión no es tarea sencilla, y como generalmente ocurre en esta árida región de la cultura; las mujeres tienden a ser menospreciadas.

El cuento maneja una estructura lineal afincado en esa no tan lejana época del machismo como forma absoluta de mandato. La vida, siempre vejada si se es mujer, recluida en la comodidad de su casa y con el contacto de Lupe, la señora que ayuda en los menesteres del aseo. Sufre constantemente nuestra protagonista por la infelicidad que sus tres años de casada le han brindado. Una casa amplia, un patio rectangular con vistosas y cálidas flores, y la sombra, más que una presencia la figura del esposo. Una casa amable que invita a la permanencia, ¿pero que le parecería recibir un día, una presencia que su sola apariencia le causa horror? Un ser producto de las oscuridad de nuestros deseos, que se retraen y tejen en torno a los habitantes la espeluznante presencia del “huésped”. Alimentándose de carne cruda y con penetrantes ojos casi redondos, va logrando cambiar la pasible vida por un verdadero Escobedo del presente siglo. ¿Se imagina usted, querido lector, vivir en su propia casa con el temor de que “el huésped” va ganando día a día terreno y lo peor, su presencia, atemoriza y causa espanto?

Con una estructura lineal, y unos cuantos personajes como protagonista, co-protagonista, secundarios, antagonista y comparsa. Se logra en una mínima extensión explotar nuestros más tétricos miedos, y sentir, aunque sea por unos minutos la difícil y terrible labor de ser un anfitrión que ha recibido en su casa, quizá algo más que un simple visitante……

Adéntrese en este maravilloso cuento, y quizá, mi estimado lector, logre describirnos con sus propias palabras al “huésped” que lo acompaña.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

HOLA SOLO QUISIERA SABER SI ESE ES EL CUENTO , SI NO DISCULPADME POR FAVOR

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