16/7/09

La química, la evolución y el enamoramiento








La química, la evolución y el enamoramiento

Por: Samuel Gómez Luna Cortés

Creo que sería prudente detenernos unos momentos en este concepto de lo que llamamos “enamoramiento”.
Para tratar de hilar mejor los contextos recurriré, en forma breve, lo prometo. A decir unos cuantos antecedentes históricos que servirán para englobar sectarismos.

Como todos sabemos, queramos o no aceptarlo, el hombre no es más que un animal en un lugar “privilegiado” en la cadena evolutiva. Cuando el hombre logró fabricar herramientas, entender de forma mágica y misteriosa, los contextos de la vida y de la muerte nacieron muchos de los contextos ideológicos que hoy portamos.
De acuerdo a varios estudios antropológicos, el hombre no ha logrado perder ni olvidar esa parte, pequeña reminiscencia de un pasado bestial por nuestros comportamientos grupales y de convivencia. Seguimos utilizando métodos de supervivencia básica, como es el olfato (un alimento en descomposición nos llega a la nariz como un rechazo; entendiendo que el rechazo es un método para evitar enfermar o morir) recurrimos a los sentidos de forma primordial; y hasta en nuestros hogares nos reunimos de plantas y animales para recordar de forma subconsciente nuestra primera vivienda al aire libre.
Los aromas nos atraen, nos repelen; pueden fascinarnos o ayudarnos en las evocaciones. Que levante la mano y diga “yo” ¿quién con sólo percibir un olor no recuerda personas, momentos y vivencias? Somos animales evolucionados, pero con la ventaja que en tesis pensamos antes de actuar (esto no es en todos los seres; muchos accidentes que pudieron evitarse fue porque en esas personas, sus mecanismos de autoprotección no funcionaron de manera efectiva).
Sabe usted, ¿qué colores son los favoritos de la población, estadísticamente hablando? En primerísimo lugar el color azul, y después el verde. ¿Por qué? Pues muy sencillo, ¡por nuestro pasado remoto! El hombre primitivo notó que el color del cielo “donde viven los dioses” es de color azul. Y después del cielo, se fijó que el azul del océano y manantiales era rico en vida. Así que el color azul ha acompañado a la humanidad desde sus inicios. En segundo color, tenemos el verde naturaleza; campos, árboles, flores, etc.

Hay muchas tesis y preguntas sobre el proceso del amar, aparte de las consideraciones bioquímicas que rigen el cerebro. Pero hay cierta programación primitiva que sigue vigente. ¿Por qué cree que la figura “ideal” de la mujer perfecta es la famosa botella de cierta marca de refresco? Porque el hombre primitivo se dio cuenta, en una época donde más hijos era igual a mayor posibilidad de existir, que una mujer de cadera ancha daba con mayor facilidad a luz. Mientras que una cadera estrecha complicaba las cosas.
Por su parte, las mujeres siempre han preferido corporalmente hablando a un hombre fuerte. Ya que en sus nueve meses de embarazo a la mujer le era imposible correr para cazar o defenderse, entonces un hombre fuerte garantizaba protección para ella y sus hijos. Digamos pues que eran un mutuo acuerdo.

Pero el hombre siguió evolucionando y llegamos a la fantástica y mal llamada “edad oscurantista”. Ya que en el medioevo nace la figura portadora de saber que hoy conocemos como Universidad.

Como el hombre siempre ha sido curioso (otra diferencia evolutiva que tenemos sobre nuestros primos los primates mayores), comenzó a experimentar con la “química”, que llamaremos “alquimia”. Esta curiosa y maravillosa idea que nos llega desde el lejano reino árabe permitió al hombre encontrar y clasificar muchos elementos químicos que hoy son vitales en la medicina, pero en esas pruebas empíricas también conocimos los venenos, (elementos muy útiles para alcanzar el poder, si no me cree, busque la historia de los Borgia). La población se dividía en un tipo de “castas” (nacías noble, convivías con nobles. Nacías pobre morías pobre). Los señores feudales solo podían “casarse” con mujeres de linaje, y los pobres “villanos” (los que mantenían a los feudales) se casaban con sus iguales. En ese tiempo nacen muchos de los oficios que hoy conservamos, solo que en esa época; “hijo de herrero, herrero será”.

Si usted siempre dijo “la vida de las princesas es a todo dar” pues le diré que no siempre fue así. En esa época para que una muchachita de familia noble contrajera nupcias era porque los padres de otra familia querían casar a su hijo con una noble para incrementar poder. Pero como en esa época no existía el “voy a salir de compras”, o “a la salida de misa nos vemos con el de los elotes”. Si algún mensajero no llegaba al castillo de la princesita, bien podía morir en calidad de santa.
Como siempre han existido modas, la moda más chic del momento era estar “pálido” y quitarse las cejas. Si lo duda, revise la pintura de mi amigo Leonardo, la famosa “Gioconda” mejor conocida como “la monalisa”. Entre más pálida fuera la muchacha más fina, y entonces tenía que ser por fuerza más codiciada. Así que muchas comenzaron a conseguir “polvos” para blanquearse. Unas alcanzaban color de muerto fresco, y otras un hermoso “verde envenenada” de cobalto que para qué les cuento. Gracias a esas mujeres que quisieron conseguir amor antes que morir, nace la industria más rentable del mundo; el maquillaje.

Así que ya saben mi querida amiga Luisa; eso del enamoramiento y del flechazo, es más cosa de “Darwin, que del diablo”.

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