Y presto tomo la adarga…
Samuel Gómez Luna Cortés
Recién terminé de leer un cantar que considero merece la pena dedicarle unas palabras. Esta gesta heroica nos remite al pasado próximo en que el hombre luchaba por los tres divinos ideales que todo caballero que se respete debe por fuerza cumplir: defender a su Dios, a su rey y a su dama.
Leí con cierto terror vago, “La Chanson de Roland”, ese hermoso poema épico escrito en el siglo XI, en un francés antiguo.
Como todos ustedes saben, el tema de la lucha, el honor, el morir en la batalla ha sido uno de los eternos caminos, no sólo de la literatura, sino de la vida misma, que se nos ha presentado como un mágico crisol de alquimista.
Este cantar o gesta heroica es un claro ejemplo de lo que la voluntad y el empeño con que se cree en la causa lleva a exponer la vida misma. Luchar por defender los reinos de Carlomagno de las impías intenciones de los “bárbaros” moros.
Creo necesario que entendamos la época en que esta hazaña se desarrolla. Momento en que las cruzadas estaban en su apogeo, y donde el deber de todo cristiano que se respete es proteger la sagrada mitra y la doctrina cristiana.
El “cantar de Roldán”, maneja una obra en verso que lamentablemente las traducciones que nos han llegado se han logrado perder mucho de la rima de ese antiguo francés que más suena a latín. La hazaña del conde Roldán y los doce pares de Francia que luchan casi de forma épica contra un temible ejército. Honestamente he considerado buscarme un olifante, y en una última y postrera agonía de caballero idealista ante la sociedad que muere, y en ratos nos santifica. Sonar mi olifante, y decirle al mundo entero que este caballero “muere, pero jamás se rinde”.
Samuel Gómez Luna Cortés
Recién terminé de leer un cantar que considero merece la pena dedicarle unas palabras. Esta gesta heroica nos remite al pasado próximo en que el hombre luchaba por los tres divinos ideales que todo caballero que se respete debe por fuerza cumplir: defender a su Dios, a su rey y a su dama.
Leí con cierto terror vago, “La Chanson de Roland”, ese hermoso poema épico escrito en el siglo XI, en un francés antiguo.
Como todos ustedes saben, el tema de la lucha, el honor, el morir en la batalla ha sido uno de los eternos caminos, no sólo de la literatura, sino de la vida misma, que se nos ha presentado como un mágico crisol de alquimista.
Este cantar o gesta heroica es un claro ejemplo de lo que la voluntad y el empeño con que se cree en la causa lleva a exponer la vida misma. Luchar por defender los reinos de Carlomagno de las impías intenciones de los “bárbaros” moros.
Creo necesario que entendamos la época en que esta hazaña se desarrolla. Momento en que las cruzadas estaban en su apogeo, y donde el deber de todo cristiano que se respete es proteger la sagrada mitra y la doctrina cristiana.
El “cantar de Roldán”, maneja una obra en verso que lamentablemente las traducciones que nos han llegado se han logrado perder mucho de la rima de ese antiguo francés que más suena a latín. La hazaña del conde Roldán y los doce pares de Francia que luchan casi de forma épica contra un temible ejército. Honestamente he considerado buscarme un olifante, y en una última y postrera agonía de caballero idealista ante la sociedad que muere, y en ratos nos santifica. Sonar mi olifante, y decirle al mundo entero que este caballero “muere, pero jamás se rinde”.
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