2/8/09

Mucha lucha


Mucha lucha

Por: Samuel Gómez Luna Cortés
“Retirado en la paz de estos desiertos, / con pocos, pero doctos libros juntos, /vivo en conversación con los difuntos/y escucho con mis ojos a los muertos.” Francisco de Quevedo. Cada vez que pienso en la obra de Quevedo, creo en la genialidad de la ironía y del sarcasmo.Por todos es conocido (al menos por el nombre) la vida y hazañas de este genial madrileño. Hombre de elevada cultura que manejó como pocos la gloria de una inteligencia preclara y un agudo sentido del humor. Cuentan los estudiosos de la obra de Quevedo, que casi tres cuartas partes de su vida vivió confinado en la torre que le servia de prisión y de estudio. Pero no crea que ese encarcelamiento le era doloroso, por el contrario, sabía que al estar “retirado en la paz de estos desiertos” tenía más tiempo y la soledad que busca el erudito para jugar con las palabras y escribir, muchas de las obras que hoy nos deleitamos al leer. Si bien es cierto, es más conocida la obra satírica de Quevedo que sus trabajos religiosos o tratados “filosóficos”. Era un personaje que circulaba en la vida de todos sus contemporáneos. Dicen que en cierta ocasión, el noble que protegía a don Francisco, estando en una reunión y con ánimo de divertirse increpó a don Quevedo a que improvisara unos versos. Francisco le contestó “dadme pie” (dame tema), y el poderoso para hacerse el chistosito le tendió literalmente su pie. Quevedo al momento de tomarlo con sus manos pronunció “Al veros en tal postura, vos me hacéis pensar, que soy el herrador y vos la cabalgadura”. El verso no le causó mucha gracia al noble, así que ni tardo ni perezoso don Francisco se retiró en calidad de detenido a la torre. Son muchas las anécdotas que de él se cuenta, pero no sé porque tengo la necesidad de recordar las famosas incidencias maledicientes de Quevedo con Góngora; la competencia a muerte. Quevedo se sabía hombre de inteligencia y excelente versificador. Sin embargo en cada oportunidad aprovechaba la pluma para atacar a Luis de Góngora. Góngora no era ninguna blanca palomita, también utilizaba la pluma como espada. Para que se den cuenta les dejo estos “ataques pugilísticos” de estos monstruos de la lengua de Cervantes:
CONTRA DON LUIS DE GONGORA Y SU POESIA

Este cíclope, no siciliano,del microcosmo sí, orbe postrero;esta antípoda faz, cuyo hemisferiozona divide en término italiano;
este círculo vivo en todo plano;este que, siendo solamente cero,le multiplica y parte por enterotodo buen abaquista veneciano;el minoculo sí, mas ciego vulto;el resquicio barbado de melenas;esta cima del vicio y del insulto;éste, en quien hoy los pedos son sirenas,éste es el culo, en Góngora y en culto,que un bujarrón le conociera apenas. ¡Señoras y señores¡ Quevedo ha mandado un gancho al hígado.Pero esperen, Góngora se defiende con un UPPERCUT
A don Francisco de Quevedo

Cierto poeta, en forma peregrinacuanto devota, se metió a romero,con quien pudiera bien todo barberolavar la más llagada disciplina.
Era su benditísima esclavina,en cuanto suya, de un hermoso cuero,su báculo timón del más zorrerobajel, que desde el Faro de Cecinaa Brindis, sin hacer agua, navega.Este sin landre claudicante Roque,de una venera justamente vano,que en oro engasta, santa insignia, aloque,a San Trago camina, donde llega:que tanto anda el cojo como el sano.
Cada quien elija a su favorito. Yo admiro al autor de “Fábula de Polifemo y Galatea”. Pero quizá por la simpatía que me causa la personalidad irreverente del genial Quevedo, me quedo con el segundo. Y usted, en esta pelea, ¿a quien le va?

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