Formalmente, amigos míos, ha terminado el puente “Guadalupe-Reyes”. Y por decirlo de manera sencilla “la vida vuelve a su normal cauce”. Hoy, precisamente que celebramos la llegada de los reyes magos me he puesto a pensar sobre el significado de ciertos personajes en nuestra familia que marcan de alguna manera nuestro destino. Ayer, mientras esperábamos a la familia para tomar el tradicional chocolate en agua, llegó mi madre con una noticia que cambió la perspectiva de mi circunstancia: me acababan de regalar un disco de los tres tenores.
Quizá al momento de leer esta confesión, usted, amable y diligente lector, piensa ¿y qué carajos tiene que ver un disco de ópera con esta columna? No lo culpo, honestamente se lo digo, pero cuando le explique la razón, quizá entenderá la emoción que me embarga: Ese disco pertenecía a mí abuelo.
La música, además de estar bellamente aderezada por las magistrales voces de Carreras, Domingo y nuestro ya angelical Pavarotti me trae tantos recuerdos que su sola presencia modifica mi entendimiento. Mis primeros contactos con el secreto, mágico y espectral mundo del Bel canto se lo debo a mi abuelo y al ya antes citado tío Alfreter. Crecí escuchando la prodigiosa voz de Enrico Caruso; el timbre de Alfredo Kraus; de Plácido Domingo, José Carreras y el “gordito” Pavarotti como le llamaba cariñosamente mi abuelo. El recuerdo ceremonioso del viejo que con la paciencia del sacerdote seleccionaba el disco y decía con marcada alegría “vamos a escuchar buena música”. Recuerdo que mi abuelo disfrutaba mucho de ciertas arias, y piezas napolitanas populares como “Torna a Surriento”, “Santa Lucia Luntana”; arias “la donna è mobile”, “Io conosco un giardino”, y por supuesto “Granada”.
La música, por decirlo con palabras Borgianas, es “la más misteriosa de las manifestaciones artísticas”. Me ha permitido entender muchos aspectos ligados a la filosofía, y a la poesía: Estar acostado en plena oscuridad y escuchar durante horas esas voces que hacen vibrar hasta la conciencia, me permiten creer que la maravilla de la memoria preserva lo que no merece ser destruido.
Saludos
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