“A algunos hombres los disfraces no los disfrazan, sino los revelan. Cada uno se disfraza de aquello que es por dentro”. Esto lo dijo alguna vez el escritor británico Gilbert K. Chesterton, y he tomado esta cita como marco para el tema del cual les hablare en esta ocasión: los disfraces en la intimidad. Tema muy ad hoc con la próxima llegada de halloween y las tiendas llenas de artículos para este festejo.
Claro que en este caso hablamos de disfraces que inciten a la pasión; para las mujeres van desde las enfermeras, maestras, policías y el que no falla y generalmente los vuelve locos, el de colegiala. Para los hombres suele haber disfraces de bomberos, pilotos, superhéroes, entre otros.
Por lo general son las mujeres las que toman el rol activo a la hora de disfrazarse, lo cual no significa que ellos no puedan deleitar a su mujer por ejemplo con un Handy man con todo y su herramienta tratando de seducirla, o el profesor de tercero que quiere pasarla al cuarto… en fin, personajes hay para elegir de acuerdo al gusto personal. Sin embargo, es un hecho científico que el hombre se siente atraído por lo visual, digamos que se remonta a su pasado cazador por lo que necesita precisar el objetivo, la presa, para poder cazarla, así que requiere de experiencias intensas, de ser estimulado y excitado. Mientras un hombre disfruta viendo a su mujer haciéndole un strip tease, ella opta por que su pareja le organice una cenita romántica con música suave, velas, y le diga cosas bonitas al oído.
Pues bien, partiendo de estas diferencias comprobamos el por qué para ellos este elemento erótico del disfraz resulta tan estimulante, pero además, en la pareja provoca una mayor complicidad en la intimidad, una alternativa a la rutina que algunas veces lo pide a gritos, así como la oportunidad de poder decir y hacer cosas que probablemente siendo nosotros mismos no nos atreveríamos, anteponiendo siempre los limites que ustedes mismos establecen.
Por cierto, he escuchado a algunas feministas decir que este tipo de fantasías son denigrantes para la mujer por el contexto en el que se les coloca, rebajándolas a simples objetos sexuales… Si te gusta hazlo, sino, deja que otros se diviertan como lo deseen.
Aquellos que lo han hecho saben que esta experiencia resulta por demás erotizante: ese primer momento de sorpresa, seguido de otro de contemplación para luego iniciar con la fantasía. La cual por cierto resulta más placentera si quien lleva el disfraz actúa como el personaje que está representando y lo acompaña con un dialogo jocoso: “profesor si me interesa mi calificación, disculpe mi distracción es que este botón de mi blusa se desabrocha solito ¿me ayuda?…” “Jefe en un momento tomo el dictado, permítame recoger del piso estos papeles, es que con esta diminuta falda me voy a demorar un poco…” Diviértanse y que el placer este con ustedes.
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