Se sustenta que: “el hombre es un animal de costumbres”. Al margen de la implicación que entendemos a simple vista. Es común que a lo largo de la historia, y no sólo de las letras, como usualmente se quiere ver, encontremos alegóricos tintes a la naturaleza humana y bestial. Desde las fábulas de Esopo, pasando por algunos modernistas, la comparación en el actuar del hombre con el comportamiento de las bestias ha sido referente innegable a mostrar debilidades u honorables comportamientos. “Eres trabajador cual hormiga”, “fiel como perro guardián”, “hablas tanto que simulas un loro”. Quizá por esa esencia de naturaleza bruta que el hombre lleva pegado al alma, casi en el corazón, arriba del diafragma. Los fabulistas y cuentistas han dejado su esencia en unas memorables páginas.
Como ya lo he dicho, una de las plumas más festivas y con gran estilo que me siento su discípulo tardío, ha sido la del maestro Juan José Arreola. Y precisamente para este saltimbanqui de las letras que es en la metáfora de su “Bestiario” donde nos deja profunda huella y material suficiente para detenernos a pastar por sus hojas.
Pasando por el elefante, la boa, felinos y hasta reptiles, nos muestra Juan José Arreola la posibilidad de la diversión en un sesudo comparativo con el humano. ¿No me cree? Mírelo con sus propios ojos:
“Salta de vez en cuando, sólo para comprobar su radical estático. El salto tiene algo de latido: viéndolo bien, el sapo es todo corazón”.
O también detengámonos en el imponente ariete, ese falaz rinoceronte, que de tan corto de vista decide ceder su natural monstruoso ante los encantos de la dama:
“Vencido por una virgen prudente, el rinoceronte carnal se transfigura, abandona su empuje y se agacela, se acierva y se arrodilla. Y el cuerno obtuso de agresión masculina se vuelve ante la doncella una esbelta endecha de marfil”.
Pero no es el único ejemplo que cuadra con personajes, como una muestra de los párrafos favoritos que guardo celosamente, y en ratos repito cual salmodia está el pasaje del hipopótamo:
“Jubilado por la naturaleza y a falta de pantano a su medida, el hipopótamo se sumerge en el hastío.
Potentado biológico, ya no tiene qué hacer junto al pájaro, la flor y la gacela. Se aburre enormemente y se queda dormido a la orilla de su charco, como un borracho junto a la copa vacía, envuelto en su capote colosal”.
Y los ejemplos continúan, pero de nada nos sirve transcribir lo que otro, con mente de juglar, nos dejó para gloria de los ilustres animales que han caído en los vicios humanos.
Antes de dar por concluida esta breve columna, lo dejo con un pasaje sobre las “aves de rapiña” y deténgase a observar con especial atención cómo esos plumíferos pasan las horas en casi contemplación ascética:
“Todos, halcones, águilas o buitres, repasan como frailes silenciosos su libro de horas aburridas, mientras la rutina de cada día miserable les puebla el escenario de deyecciones y de vísceras blandas: triste manjar para sus picos desgarradores”.
¡Hasta la próxima!
Samuel Gómez Luna Cortés
1 comentarios:
Así es mi estimado Sammy.
Algo de la naturaleza bestial aún llevamos dentro, quizá sea una más de las formas infinitas que tiene la Naturaleza de hacernos ver que aún le pertenecemos.
Saludos
Nid
P.D. ¿Por qué no incluiste a las muy sensuales focas en sus juegos eróticos en el recuento?
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